lunes, 22 de noviembre de 2010

Diario del Amanecer 2



Diario del Amanecer; 22 de Noviembre del 2010.
Una suave luz comenzó a entrar por la ventana, la habitación se llenó de un azul intenso. Un azul añil de los que están a punto de aclarar.
Una esponjosa nube se poso en mitad del firmamento, impidiendo ver más allá de las minúsculas luces de los lejanos pueblos.
La nube comenzó a desplazarse, a moverse lentamente, y finalmente quedó anclada en mitad del cielo, separando todo en dos. Al cabo de poco tiempo la luz comenzó a transformar y del bonito azul se pasó a un amarillo y a un color cielo. El amarillo apareció por abajo, tímido. Entre medio la nube separaba, y en la parte superior, un azul claro finalizó el amanecer.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Diario del Amanecer



Diario del Amanecer; 19 de Noviembre del 2010.
Hoy se levantó con un tenue luz amarillenta, me pregunté de donde provendría. Una pequeña nube chillona se posaba aislada en mitad del cielo. Y me pregunté de donde provendría. La nube se comenzó a desplazar, cada parte hacia un lado, hasta dejar todo el firmamento amarillento. Me pregunté de donde provendría. Cada amanecer es como una pequeña puerta a no se sabe dónde. Un imagen en movimiento que puede descifrar el futuro de ese día. Cada día me pregunto de donde vienen los amaneceres. Quién los pinta, quién los quita. Quién los inventa y quién los reinventa.
La gran masa de nube ya no existía, el lienzo había sido pintado ya. Para dar paso al segundo artista el que crearía el dibujo. El anhelado creador llegó y con el sus pinturas. El cielo se volvió rosa y las nubes y el lienzo se mezclaron hasta crear un aterciopelado naranja. Todo el cielo de color y todo un día para descubrir su mensaje. El naranja me avivó y con el corazón lleno de un rosa muy delicado me puse en marcha y comencé lo que sería un día perteneciente a la rama de días de la felicidad.
Poco a poco el cielo se azuló, las nubes se disiparon y como resultado de los maestros, quedó una bóveda azul digna de un día de verano.

jueves, 18 de noviembre de 2010



Imagínate un bosque pelado.
Con la llegada del otoño todo cae. Todo parece más marchito, más gris, oscuro y desnudo. Con miedo, asustado, sin ganas y dolorido. Que hecha de menos, que se lamenta, que se mete debajo de las sábanas. Todo parece más frío. Adiós alegrías, adiós. Hasta dentro de un año, que todo volverá a ser colorido. Pero las hojas y las lluvias, también arrastran todos los resentimientos y los gritos, las tristezas pasadas y las lágrimas con hipo.
Y como vino el otoño vendrá el invierno,
y una vez más, a pensar en lo que no tengo.
Y sentiré de nuevo que esto no es para mí, que yo lo que quiero es un sol calentándome el rostro. Que sin un poco de luz y calor no hay quién crezca ni florezca. Que con un poco de sol sobre mi cabeza volveré a ser lo que era. O eso espero, porque no hay manera de volver atrás, pero al menos intentaré que todo vuelva a pasar.
Otra vez y otra vez. Buscando sin consuelo, de nuevo lo que era. Porque estoy aquí y no me encuentro. Porque no quiero más lloros sin razón, caras largas y lamentos. Yo lo que quiero es ser yo y que todo vuelva a ser como cuando el Sol brillaba y las nubes solo pasaban como mensajeros. Advirtiéndonos de que verano acaba y que el otoño es duro y feo.
Cuando el Sol brillaba y por las noches tú y yo mirábamos el firmamento éramos viajeras, sin camino pero con un largo trayecto. A espaldas y enfrente nuestro. Pero sabíamos que algún día conseguiríamos llegar a algún sitio en el que quedarnos más. De momento todo eran hospedajes cortos, que costaban lo que costaban, pero que no es mucho comparado con el final de nuestro propio cuento.
Pero algún día llegaremos.
Como digo, espero llegar al final, pero lo que ahora me preocupa más, es volver a encontrar el camino que me lleva día a día, pensamiento a pensamiento, palabra a palabra, a mi comenzar de nuevo, mi largo trayecto.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Ese extraño sentimiento



Ese extraño sentimiento en el pecho que te dice lo que tienes o no tienes que hacer, que te hace darte la vuelta para mirar al que te está mirando aunque esté a metros de distancia de ti. Ese sentimiento de intriga cuando pasa a tu lado y te preguntas en qué estará pensando. Ese sentimiento de emoción descontrolada mientras esperas a que te diga la primera palabra después de toda una tarde de miradas furtivas. Y ese otro de alegría retenida cuando lo hace al fin.
Sentimientos que te hacen llorar, que te hacen reír, que te hacen sentirte desgraciada sin un porqué. Que cuantas más cosas nos pasan más vacios nos sentimos, aunque nuestro corazón esté lleno de sentimientos. Malos o buenos, pero de ellos.
¿Pero qué es un sentimiento? Una sensación en el cuerpo que se desencadena a partir de un hecho. ¿Y cuándo no hay hecho? ¿Cuándo te sientes mal por nada, sin motivo alguno?
En esos momentos lo que hay que hacer es dejar que el viento te lleve y encontrar un sentimiento con más fuerza que el anterior. Porque la única razón del aparentemente repentino es la insatisfacción. No estar de acuerdo con algo en tu vida, no querer ir más allá de lo que eres, el miedo, la facilidad a la soledad, las pocas ganas de dar las gracias…