Ayer, en una fiesta, descubrí que todo es más bonito cuando es inesperado. Estaba tan convencida de que aquel chico mono de 17 años no me haría ni caso que yo, ni siquiera le miraba.
No fue hasta después de unos cuantos cruces de miradas cuando me di cuenta. Y en ese momento, sentí que quizás había algo.
Fue tan simple que resultó sexy. Muy sexy, atractivo. Y era mayor, mucho mayor que yo. Fue tan sencillo todo. Disfrute, porque no estaba pensando en cómo debía hacer para pasármelo bien. Resultó inesperado y eso fue lo mejor de sus besos, que no iban con segundas. Que si sucedía más, sucedía. Y si no, no pasaba nada. Sin complicaciones.
Me metí a la cama con buen sabor de boca, todo había sido perfecto. Hacía mucho que no me sentía así de niña. La verdad, ha merecido la pena eso de romper mi promesa personal de dejar los líos de una noche. Este, por primera vez en mi vida. Me ha llenado. Y ahora por fin, me siento a gusto conmigo misma.