lunes, 26 de diciembre de 2011

Él


Ahora tendría que estudiar, tendría que estar haciendo mis trabajos. Tendría que aprovechar los últimos días del año. Pero no puedo. Porque cada vez que mi mente se para por una milésima de segundo apareces en las profundidades de este basto mundo de sentimientos y recuerdos. Estás ahí. Siempre expectante. Pero que pena que sea yo la que imagina que tu me estas mirando. Cuando en realidad solo tienes ojos para ella.
No sufro porque no me quieras, si no porque te quiero. Debería ser  normal que no estuvieses ya en mi mente pero de verdad digo, que este amor no tiene límites. Sigues destruyéndome y no creo que lo hagas ahora conscientemente.
Sufro porque sigo esperando tu cambio. Te quise y te sigo queriendo aún sabiendo que ya no eres la misma persona. Has muerto, dónde estás.
Siento que no alcanzo a expresar lo que siento… que estas palabras son eso, meras palabras. Que no me llenan, que no llegan.
Quisiera buscarte allá donde estés.
Me aconsejaron que me parase a pensar y me preguntara lo que quería. Lo que pensaba. Me di cuenta de que estoy esperando. Esperando a qué. A que aparezcas. Pero no tú, el de todos los días. Espero al que vive en mi corazón… Aquel recuerdo que no se extingue.
   

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Odio la Navidad. Sólo recuerdan la gente que ya no está. Para mí es llevadero, pero puedo ver en el rostro de mi madre el dolor cada vez que la miro por estas fechas. Y eso, duele más que si el dolor fuese propio. Supongo que me entendéis.

Mi tía nos abandonó hace ya unos 5 años, pero sigue en mi corazón tanto o más que cuando estaba aquí conmigo. Murió de cáncer, a los 36 años. ¿No es estúpida la vida? Nacer y después morir. ¿Para qué entonces?
No tengo miedo a la muerte, tengo miedo a no poder experimentarla en el momento correcto. Tener la mala suerte de tropezarme con su gélida piel un día tonto. Morir para nada, vivir para nada.
Dicen que no existe la inmortalidad, ni el más allá. Pero aquí siempre quedarás, en corazón de alguno.
Algo que no me perdono y que me arrepiento ferozmente de ello. Es que recuerdo a mi tía enferma. Para mí, una niña de 9 años, fue traumante ver la enfermedad corporeizada en mi tía.
Es uno de los peores recuerdos de mi vida, pero no por eso la guardo con tristeza en mi ser. La quiero mucho, y sé que prometí que mi hija se llamaría Elena, y lo sigo recordando. Algún día revivirás. Habrás nacido y muerto por algo. Y mi hija será la prueba de ello.