Entonces el corazón latió y la
sangre que aportó me llenó de inseguridades y nervios. Latía más rápido de lo
habitual, intentando ganarle la carrera a la mente, intentando llenar mis venas
antes de que mis oscuros pensamientos, las hicieran escarcha.
Sopló el viento al otro lado de
mi ventana y arrastró lejos la jovialidad que antaño me envolvía. A mi mente
vino la inminente estación: el invierno. Este pensamiento me caló los huesos,
petrificó mi mente e hizo llorar a mis ojos…
Vino a mí aquel día en el que
descubrí que podía vivir en una eterna primavera a tu lado, aun moqueando, aun
paralizada por el hielo.
Cuando no has experimentado lo
que es estar a su lado no sientes este corazón gélido… pero desde que existes,
aunque no dentro de mi vida, has dejado un vacío que ha de ser rellenado.
Cuando abril vino a mí fue en el
momento más otoñal posible…su florecimiento y vitalidad unidos a la melancolía
lluviosa. Crearon sueños, expectativas, futuro… ese mismo que ahora has dejado
abandonado, ese mismo que ahora yace derruido a mis pies. Deseando ser
recompuesto.
Y así rompí a llorar mientras dormía,
me dejé llevar por la pesadilla que me envolvía, deseando que alguien viniese y
me ayudara a reconstruir cada pedacito de alma que ahora se encuentra
desmadejada por cualquier lado.
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